El flamenco es una pasión. Para mí y para muchos puede ser más: una manera de vivir, de pensar, de sentir las cosas y entenderlas. Es un arte todavía joven, sólo tiene dos siglos de existencia, pero con una sabiduría y experiencias acumuladas que hoy lo convierten en uno de los espectáculos más sobrecogedores del mundo y en un patrimonio universal de la humanidad.
Este artículo, que es el primero de una serie de escritos sobre este arte tan noble que se publicarán en este apartado, es el fruto de varios años de investigación y aventura en este océano tan jondo, que fue el tema de mi tesis de licenciatura cuando estudiaba en la facultad.
El universo del flamenco es difícilmente accesible para un extranjero que no sea nativo de un ambiente en que se vive y se respira jondo todos los días. Vivir en un lugar donde no se sabe absolutamente nada de flamenco complica más la tarea.
Mi objetivo es aportar mi granito de arena a este campo, dando a conocer, a un público que no es aficionado, que el flamenco no es sólo un espectáculo divertido en que se reparten los "olés" como señal de alegría, ni un guitarrista que rasguea su guitarra con fuerza y rapidez, ni una voz ronca que se queja con su "Ay" y grita sin sentido, ni una mujer con el rostro duro que baila tocando el suelo con sus zapatos y agitando su vestido de volantes con gestos de orgullo y provocación, sino que es más, es sabiduría recogida durante un largo viaje en el tiempo y el espacio, es simbolgía acumulada desde hace 200 años y es el portavoz de los marginados y acosados por remotas civilizaciones.
El llamado Arte Flamenco, es difícil hacerlo comprender al público, debido a su historia llena de leyendas, de malinterpretaciones y de preguntas sin resolver, sobre todo en lo relacionado con su orígen. Así que, no vamos a entrar en si la palabra "flamenco" poviene del árabe felah mengu ( labrador fugitivo) o no, o si es por la esbelta silueta (largas piernas y ceñida talla) de los cantaores del siglo XVIII y XIX, que se parece al ave del mismo nombre el flamenco, se le llama así, o es que de las propias caractirísticas del cante, ardiente y flameante le proviene el nombre.
Cabe señalar que la mayoría de las hipótesis apuntan con el dedo a los gitanos como creadores de este arte contribuyendo con sus aportaciones y impregnándole un sello propio. Por ello, no se puede hablar de flamenco sin pensar o mencionar, aunque una sola vez, la palabra gitano.
Pero, ¿quienes son los gitanos?, ¿de dónde vienen? y ¿cómo llagaron a España? A éstas y a otras preguntas contestaremos en el próximo artículo.
(Monografía "Temática en el vante jondo" de karim Diran).
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